Las constelaciones del hemisferio austral pueden confundirte y tocar ese mecanismo oculto de la locura en tu mente.
Paseo con la perra bajo la noche de los Altos de Achumani, guarecido por los riscos del sur de La Paz y por ellos vigilado. Miro al cielo y al principio no comprendo. Esas tres estrellas no deberían estar ahí. No, no deberían estar ahí.
De pronto,
todo se vuelve caos en mi cerebro y me parece estar contemplando los
cielos de otro mundo, de otra dimensión. Pasan unos segundos antes de
que comprenda que el firmamento del hemisferio sur guarda otras marcas,
otras luces distintas al boreal.
También otras cosmologías, brutales
atisbos de una historia ciclópea desconocida que me pone los pelos de punta en esta noche boliviana, tan cercano el final de una era.
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