Sólo
alumbra la lámpara de la cocina y sobre la recia mesa de madera se
despliegan ordenadores y libros de arqueología. Sin apenas muebles aún,
salvo las alfombras andinas de algunas habitaciones, la casa guarda, si
cabe con mayor intensidad, ese aire de caravanserrallo en el fin del
mundo.
Un mate de coca caliente y el libro de Sullivan "El secreto
de los incas" quitan al silencio de esta noche paceña la más leve pincelada
ominosa.
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