lunes, 27 de julio de 2009

Días de mezcal y cactus

Fue un borracho y el alcohol sirvió de tinta para su obra. "Bajo el volcán" es uno de los libros cumbres de la literatura norteamericana del siglo XX (también de la literatura universal) y está escrito por un maldito, por uno de los malditos. Esa novela, si así se puede llamar, sumió a Malcolm Lowry, si cabe más, en el bosque negro de su angustia. Lo atrapó durante una década y cuando finalmente lo entregó a la imprenta, se convirtió en la bala en la recámara que finalmente acabaría disparándose en forma de alcohol y barbitúricos, "death by misadventure", o quizás no.







Lowry convirtió al fracaso en su religión y eso le hizo inmortal, a guisa de malhadado personaje de Onetti. Podría haber compartido, sin duda, mesa y alcohol en el prostíbulo imaginario del uruguayo, mano a mano con Larsen, en Santa María o en Quauhnáhuac, da lo mismo, tratando de escapar de su propio infierno interior y del purgatorio mediocre de la vida real. "Bajo el volcán" es "un caso superior de la novela, pero su autor concebía la escritura como un inacabable poema narrativo", escribió el mexicano Juan Villoro, para quien esa obra única es "un libro absoluto, vivido y planeado hasta el último detalle". Su protagonista, el cónsul Geoffrey Firmin, es el propio Lowry, anegado en mezcal y tequila, perdida la consciencia y ganado el respeto del olvido; manchado por la miseria y sabedor del secreto último de la derrota y caída del hombre.

2 comentarios:

  1. Tal vez el secreto último sea que, más allá, el fracaso y el éxito están unidos, enlazados por los meñiques. Aunque no quisiera saberlo...
    Me da vergüenza confesar que aún no he leído Bajo el volcán. Es una de mis tareas pendientes.
    Puede que la lea cuando nos mandéis el frío para aquí, por no pecar ahora de redundante...

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  2. Bárbara, no hay que avergonzarse por no haber leído éste o aquel libro. Creo que hay algunas obras muy especiales, y "Bajo el volcán" es una de ellas, que se presentan en nuestras vidas en el momento oportuno. Hay otras que no se presentan jamás... Y existen también aquellos libros en los que podemos rastrearnos en cada una de sus páginas. Sus personajes no nos son ajenos, porque son nuestra imagen en el espejo. Y a veces ese reflejo de papel y cristal guarda cosas que nos aterran...

    Sobre el frío, me temo mucho que en noviembre lo arrastraré conmigo cuando retorne a España... un año todo invierno...

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