viernes, 3 de julio de 2009

Santa Maria revisited

Hay días, unos diáfanos, otros envueltos en la lluvia, en los que es más sencillo acceder a Santa María. Entonces, el umbral puede estar en una calle donde huele de una forma especial a leña quemada en las invisibles chimeneas, o quizá bajo la sombra de una balconada que nunca antes estuvo ahí. Lo cierto es que, una vez traspasados los límites sanmarianos, todo es más fácil y las señales se muestran abundantes, deslizándose por las veredas especialmente maltrechas o agarradas a las arruinadas fachadas. En esa pintada que anuncia una academia de candombe o en aquella ventana tapiada que causa desazón, pues sabes que sus ladrillos grises no están ahí para impedir el paso, sino para negar la salida.

Santa María es gris, de muchos tonos de gris, pero tiene reflejos siena en sus paseos de la rambla, siena del agua turbia del mar-río que, una vez que accedes a la ciudad, aparece más tranquilo, más irreal. Y claro, no podía ser de otra forma. Santa María, así lo dicen, es imaginaria, mítica señalan otros. Pero el olor a bosta en sus calles es muy real, como lo es la mirada celeste de sus viejos que se asoman desde los zaguanes y hurgan en las materas, por una vez falsamente esperanzados. También es auténtica la inquietud de miseria que hay ante ciertas casas, viejos burdeles que en la otra ciudad, la real, a la que sólo con volver a tus problemas puedes retornar, aparecen como tienduchas de barrio, vacíos supermercados de falsas dependientas con una cierta mirada. Señales, tantas y tan extrañas. Si llevas en la mano el libro, es más fácil. Incluso alguno de esos viejos de miradas glaucas te sonreirá y repetirá mascullando el mágico título... La vida breve... o no tanto. No las suyas, desde luego, atrapados en esta ciudad de nubes en los charcos y cielos huecos, grises, arañados por los árboles de ramas avariciosas en invierno. Algún día volveré, sí, a Santa María. Tal vez no en esta ciudad... en otra. En aquella donde los portales de las casas, sus portones de madera vieja y sus muros desconchados, me marquen el camino y me prometan muchas, muchas más visitas.

1 comentario:

  1. Creo que será una buena lectura para este verano tan gris del norte. Me encanta que vuelvas a dejarte leer por aquí.
    Besos

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