sábado, 29 de diciembre de 2012

El fuego y la noche

 
Una chimenea crepitando en la noche boliviana... de fondo el programa de radio Milenio 3 por internet... y sobre la mesa un montón de libros para colocar en las estanterías... aparecen, entre otros, "Vida y destino", en ruso, de Vasily Grossman; una biografía de Hemingway en varios tomos; "La casa de Dostoievsky", de Jorge Edwards; "El loro de Flaubert", de Julian Barnes, y, en un tomo grueso y manoseado, mi muy querido "Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero", del colombiano Alvaro Mutis. 
 
 
 
Cuando encendemos una hoguera, retomamos una de las acciones más antiguas del ser humano, la que marcó la frontera entre la animalidad y la razón. Pero también recreamos un mito cuando, con sumo cuidado, casi acariciando la calidez de la llama, convertimos al fuego en nuestro aliado, el más frágil y el más poderoso. A 3.400 metros de altitud, en el sur de La Paz, con menos oxígeno el fuego se hace rogar, como un animalillo tímido o una enamorada suspicaz; finalmente, responde a mi empeño y cariño con la fuerza de toda la naturaleza concentrada en una luz cálida y afilada. 
 
 

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